El antiguo régimen era el sistema político existente desde la edad media, que se suprimió
en Francia con la
Revolución francesa y en España, a la muerte de Fernando VII
en 1833.
¿En qué consistía el antiguo régimen? Era un sistema triestamental, es
decir, basado en dividir a la sociedad en tres estamentos: el estamento noble,
el eclesiástico y el pueblo llano. A cada uno le correspondía una función
social. La nobleza era la obligada de defender a la sociedad, el clero a rezar,
educar y mantener viva la cultura y el pueblo a trabajar para el sustento de
todos. Era la continuación del sistema ideado por Platón que dividía la
sociedad en filósofos, guerreros y trabajadores.
¿Porqué se suprimió este tipo de sociedad? Era un sistema que, con el
tiempo, se adulteró y se convirtió en un sistema injusto: los nobles y el clero
no pagaban impuestos que solo soportaban los miembros del pueblo.
Las levas para ir a la guerra se hacían mediante el sorteo de quintos,
esto es, entre el pueblo llano se reclutaban uno por cada cinco habitantes que
de forma obligatoria tenían que acudir a servir al rey. La nobleza y el clero
no tenían que someterse a sorteos para servir al rey. Los nobles eran los que,
en teoría, tenían que acudir a la llamada del rey con el número de lanzas que
figurase en el título de concesión de nobleza. Así, un noble de provincias o de
pueblo sin grandeza de España, tendría, por ejemplo, que acudir a la llamada
del rey con treinta lanzas a las que se obligaba a alimentar. Un grande de
España o un título inmemorial, a la llamada del rey, tendría que acudir con
varios miles de lanceros o soldados. Esto era en teoría. En la práctica la
nobleza dejó de ser el elemento armado del reino convirtiéndose en un parásito
que solo tenía derechos y no se encontraba obligado a nada.
Por si fuera poco la nobleza era el estamento de donde se proveían los cargos públicos.
Este sistema no podía sobrevivir. Ya, a finales del siglo diecisiete,
por la falta de recursos del Estado, se vendieron a la burguesía cientos de títulos
nobiliarios. Los burgueses no estaban dispuestos a ir a la guerra. Lo único que
querían era dejar de pagar impuestos, que sus hijos no fuesen a la guerra en
los sorteos de quintas y poder tener acceso a los empleos públicos fuente
siempre de enriquecimiento. Además entraban en el círculo social que envidiaban
y al que deseaban pertenecer. Hoy en día, en que la nobleza ya no tiene
privilegio alguno, sigue habiendo personas que darían algo por tener un título
nobiliario con el que poder presumir ante sus amistades. Conozco a una señora
de la burguesía que daría su brazo derecho, o el de su marido, por ser condesa.
Es patético, pero indica la admiración que aun hoy sigue inspirando la
aristocracia.
Este sistema no podía perdurar y en España tras la muerte del último
rey absoluto Fernando VII, se abrió un periodo reformista entre 1833 y 1837,
para comenzar a democratizar el país. Al
suprimir la sociedad triestamental eran todos los españoles iguales ante la ley
y por tanto todos deberían contribuir a las cargas públicas. Los cargos
públicos ya no serían cubiertos por la nobleza. En el siglo diecinueve se
empiezan a “inventar” las oposiciones y así cualquier español puede aspirar, en
función de sus méritos y no de su cuna, a un empleo público, implementándose la
meritocracia. Son grandes avances de la moral y de la ética.
Pero quien hace la ley hace la trampa y la picaresca es común a todos
los españoles de todos los tiempos. Y el pagar impuestos no agradaba a nadie y
menos que a nadie a los que hasta entonces no los habían pagado nunca: los
nobles y el clero.
El último censo del antiguo régimen fue el de Carlos III, en el que
había censados como hidalgos o nobles unas quinientas mil personas. Estas eran
junto al clero las que estaban exentas de pagar impuestos. El reparto
geográfico de estas personas era diverso según su latitud y región. Así, en
Andalucía, en los antiguos cuatro reinos de Jaén, Córdoba, Sevilla y Granada,
ahora convertidos en las ocho provincias actuales, el número de miembros
censados en cada pueblo y ciudad era muy pequeño, pongamos por ejemplo que
hubiese censados treinta hidalgos o nobles por cada mil habitantes.
En igualdad de habitantes en Castilla la Nueva , el antiguo reino de
Toledo, en vez de los treinta nobles de
Andalucía había censados cien y así sucesivamente iba aumentando el número de
nobles censados en Castilla la
Vieja según se iba ascendiendo hacia el norte, llegando a
pueblos como Santillana del Mar en donde todos sus moradores eran hidalgos.
Pero en el antiguo “señorío de Bizcaya”, ahora las tres provincias vascongadas,
por el hecho de ser vizcaíno, natural del antiguo señorío, estaban exentos de pagar impuestos
por tener todos los habitantes la consideración de hidalgos.
Y estas prebendas no estaban dispuestos a perderlas los vascos. De aquí
nace la defensa de las leyes viejas. Las leyes viejas eran, en resumen, las
leyes que establecían la exención de impuestos y los demás privilegios, para
los hidalgos censados en el estamento noble.
Cabría preguntarse ¿porqué eran hidalgos todos los vascos?
Los vascos junto a los
cántabros inventan Castilla y el castellano.
Hasta el siglo VIII, los reyes visigodos no habían podido conquistar
el País Vasco. En todas las crónicas de dichos reyes se limitan a decir
“sojuzgó a los vascones”, esto es, hicieron algunas correrías y mataron a algunos
vascos y como mucho hicieron un asentamiento avanzado como Vitoria o
conquistaron algún poblado más numeroso como Pamplona, pero nada más. Pero en
el siglo VIII se producen dos acontecimientos que cambian la historia: Los
vascos se convierten al cristianismo y España es invadida por los árabes.
Lo que no habían conseguido los reyes visigodos con la fuerza de las
armas, sojuzgar y asimilar a los vascos, se produce ahora de forma natural. Los
vascos acogen dentro de su territorio, dada su natural bondad y
sentimentalismo, la oleada de hispanos cristianos que huyen de los árabes
infieles, sobre todo la avalancha que viene huyendo de la ciudad de la Virgen : César- Augusta, Zaragoza. Lo que no habían conseguido los
visigodos por las malas con las armas, se consigue ahora de forma natural
aceptando como hermanos a los que los eran en la fe.
Y comienza la reconquista.
Y en la reconquista también toman parte los vascos. Ahora ya no luchan
contra unos invasores reyes visigodos, luchan ya integrados junto a los demás
cristianos contra unos invasores infieles.
En Asturias se han refugiado los restos de la monarquía visigoda. En
la reconquista cuando van hacia el sur, hacia León, sigue siendo la monarquía
visigoda con las leyes visigodas, el Fuero Juzgo, con la sociedad estratificada
en estamentos como era la sociedad visigoda: el padre de Doña Jimena mira con
desprecio al padre del Cid por ser éste un noble de aldea y el padre de Doña
Jimena pertenecer a la alta aristocracia del reino.
Cuando los vascos junto a los cántabros y a los demás hispanos
refugiados en vascongadas inician la reconquista hacia la Bardulia , la rivera del
Ebro, es una nación nueva. El espíritu democrático de los vascos se impone y a
cada villa conquistada se le da su propia ley por la que se ha de regir. Es
noble cualquier combatiente que sea capaz de matar “moros o caldeos” y todos
son iguales y con iguales derechos. Y así nacerá una nación nueva que llamarán
Castilla y esa nación nueva con sus once reinos será la llamada a aglutinar a
las otras coronas peninsulares, a la corona de Aragón con sus cuatro reinos a
la corona de León con sus reinos de Asturias, Galicia y León. No se integrará
la antigua Lusitania de la monarquía visigoda por vivir su reconquista con
mayor celeridad que los demás reinos peninsulares y ser la primera nación
moderna de Europa. Es decir, es Castilla el reino más poderoso, más poblado y
más rico el que acomete, junto a la reconquista, la unificación de España y
como Castilla es una fundación vasca, los vascos se consideran, por ese solo
hecho, que todos son hidalgos y por tanto exentos de impuestos. Guipúzcoa,
siempre temerosa de ser anexionada por Navarra, se ve segura y protegida por
Castilla y pone como lema en su escudo “Fidelísima a Castilla”.
La influencia vasca afecta también al castellano. Al ser mayoría los
hispanos cuando bajan a la rivera del Ebro, prevalece el romance, pero esta
lengua romance es bien diferente a las demás lenguas que se forman en la
península como el gallego o el catalán. La influencia del vascuence es
innegable en el idioma castellano que es un latín mezclado con el primitivo
euskera que necesita del latín para poder expresar innumerables conceptos
inexistentes en el idioma vasco.
Cuando se suprimen los antiguos reinos y se establece la división de
España en provincias, el País Vasco queda separado de Castilla y se divide en
las tres provincias hoy existentes, pero la influencia vasca en Madrid se hace
sentir y la burguesía vasca asentada en Bilbao hace valer su adhesión a la niña
reina Isabel II a cambio de mantener un sistema fiscal propio. Era muy duro
querer mantener la exención total que gozaban en el antiguo régimen pero
consiguen un régimen foral propio mucho más beneficioso que el sistema fiscal
general de España. La ética y la moral
que implicaba la abolición del antiguo régimen empieza a tener fisuras y a
hacer aguas por todas partes.
A lo largo del siglo XIX se suceden tres guerras carlistas en España.
Los fundamentos ideológicos de ambos bandos son contradictorios y singulares.
Los carlistas quieren una monarquía absoluta basada en la religión y en los
fueros antiguos, esto es, siguen añorando el antiguo régimen con sus
privilegios y para mantenerlos postulan un poder absoluto para el rey, pero
caen en la contradicción de negar al último rey absoluto Fernando VII, el poder
cambiar el sistema sucesorio de la corona dejando heredera a su hija Isabel.
Los liberales basan los derechos de su reinecita en un acto absolutista del
rey.
Pero lo que de verdad está en juego es el concepto cristiano de la
vida defendido desde las líneas carlistas con el apoyo de todo el clero y
nobleza de los pueblos frente al concepto revolucionario insuflado por la
revolución francesa y recogido por los liberales, enemigos acérrimos de la
religión y perfectamente dirigidos por las logias con el apoyo mayoritario de
la alta nobleza- prácticamente todos los grandes de España excepto el
marqués de Cerralbo-, y de una burguesía
adicta al gobierno y enriquecida con el expolio de las leyes desamortizadoras
de Mendizábal.
La ética y la moral siguen resquebrajándose. El gobierno de la Nación se considera un
medio para un enriquecimiento rápido y fraudulento. Las leyes desamortizadoras
han vendido inmensas superficies agrícolas a precios ridículos a los adictos al
régimen. No se ha permitido la compra con pago aplazado que habría permitido
acceder a la propiedad rústica a los labradores pobres y se ha creado una nueva
clase social, la nueva burguesía, muy agradecida y fiel a los que la han
enriquecido.
Con el nuevo régimen se han suprimido los señoríos territoriales. La España reconquistada a los
árabes se iba repartiendo entre los conquistadores. Cuando Fernando III el
Santo conquista Córdoba, reparte sus barrios entre los conquistadores que
vienen agrupados por sus municipios de origen, de León, de Toro de Zamora, etc.
Igual se hace con las fincas rústicas en los pueblos. Así Espejo en Córdoba se
asigna a leoneses, Castro del Río a gallegos y a los nobles que los han
comandado en la conquista además de asignarles fincas rústicas y casas se les
asigna el señorío territorial con lo que tendrán derecho a cobrar un censo a
los moradores de sus respectivos señoríos. Otros municipios se asignan a la corona,
con lo que la villa o ciudad será denominada de realengo y la renta o censo de
la misma será para el rey. Así en los dos municipios que hemos puesto de
ejemplo vemos que Espejo era un feudo de la casa de Osuna y Castro del Río era
ciudad de realengo.
Al suprimirse los señoríos territoriales las fincas rústicas del
señorío se adjudican a quien pueda probar su propiedad y si el campesino carece
de escritura pública que le acredite ser el propietario, la propiedad
territorial pasa a ser del antiguo señor local. Es difícil conservar los
títulos de propiedad desde el siglo trece por lo que los campesinos sufren un
terrible expolio al no poder probar la propiedad de la tierra que pasa a manos
de los grandes títulos del reino, poniendo así la carga de la prueba sobre los
hombros del más débil, el campesino. Se produce un fenómeno de creación de una inmensa masa de
población sin medio alguno para subsistir que se convierte en un proletariado
que irá emigrando a las ciudades en
busca de trabajo.
El antiguo régimen ha sido
sustituido por un nuevo sistema más inmoral todavía que el derogado. La
propiedad agrícola, entonces la más importante, ha pasado a las manos de la
alta aristocracia que está encantada con la nueva situación. Hasta la supresión
de los señoríos la aristocracia basaba su riqueza en la ganadería
principalmente aunque ya tuviesen propiedades rústicas. Ahora se convierten en
los grandes propietarios latifundistas del campo y no echan en absoluto de menos los privilegios
que gozaban antes.
La corrupción generalizada de la etapa de gobierno de Isabel II, la
falta de moral en la reina y en toda la sociedad provocaron su caída y tras un
corto periodo con un rey italiano vino
la primera república con sus cuatro presidentes en un año. Con la república se
desataron las fuerzas centrífugas de la nación que no pretendían otra cosa que
el saqueo de la misma y llevarse el mayor botín posible. Cartagena se declaró
independiente, se apoderó de la flota y declaró la guerra a Murcia y a Jumilla. Con la
flota se dedicó a saquear las poblaciones de la costa. El delegado del gobierno
de Madrid cuando vio desde lejos la bandera de Cartagena pensó que era la
bandera turca y telegrafió a Madrid dando la noticia de que Cartagena se había
pasado al turco. Era un sainete pero para llorar. Esto dio pié a la tercera
guerra carlista. Para luchar por el rey, por la patria que se desmoronaba y por
la religión.
Las guerras carlistas han sido apoyadas en su mayoría por los vascos
identificados con los ideales de religión, fueros (leyes viejas), patria y rey
pero los vascos han sido vencidos por los ejércitos liberales del gobierno de
Madrid y han perdido las tres guerras. En la última estuvieron a punto de
ganarla y llegaron a las puertas de Madrid luchando contra la primera república
que entonces imperaba en España pero los liberales, las logias, se asustaron y
ante el peligro de un rey como era Carlos VII prefirieron volver a la monarquía
liberal y trajeron al hijo de Isabel II mediante un golpe de Estado en Pavía
que elevó al trono a Alfonso XII.
Los carlistas vencidos militarmente odiaban al régimen liberal
imperante en Madrid que los había derrotado. Este odio algunos ignorantes lo
tradujeron en un separatismo de la nación española de la que renegaban a pesar
de haber sido, en sus orígenes, sus fundadores. Basaron su “identidad nacional”
en sus leyes viejas, esto es, los fueros del antiguo régimen y a pesar de tener
entre los vascos grandes héroes y conquistadores españoles por su total
ignorancia de la historia y odio a Madrid, se inventaron una historia nueva sin
base intelectual alguna y basándose en una doctrina totalmente nazi de
superioridad de su raza sobre el resto de los españoles y así iniciaron la
aventura separatista que ha dado sus frutos como en su día los dio en Alemania
para su desgracia.
Las leyes viejas han dado con el tiempo, la incultura y el
resentimiento, su fruto. La soberbia que las inspira tiene una muy buena
aceptación entre un pueblo ignorante y acobardado por los crímenes. El pueblo
vasco que antes, bajo la bandera de España conquistó y evangelizó medio mundo,
que tenía los seminarios a rebosar de vocaciones se ve ahora dormido por los
cantos de sirena separatistas que le han hecho creer que es una raza superior,
como la Alemania
de Hitler. Los comunistas radicales han conseguido imponer su ley del terror a
base de crímenes y han asaltado el poder aprovechando las oportunidades que les
han dado los corruptos gobiernos liberales de Madrid que no han perseguido otro
objetivo que enriquecimientos rápidos saqueando el tesoro nacional.
Cabría preguntarse qué favores le deben los políticos a ETA para ir de concesión en concesión hasta el extremo de haber permitido el que constituyan un estado comunista dentro del territorio nacional, en la provincia de Guipuzcoa.
Cabría preguntarse qué favores le deben los políticos a ETA para ir de concesión en concesión hasta el extremo de haber permitido el que constituyan un estado comunista dentro del territorio nacional, en la provincia de Guipuzcoa.