La doctrina Parot que aplicaba el Estado español para mantener en prisión a los delincuentes más agresivos y sanguinarios ha sido anulada por Estrasburgo.
Cuando los aliados juzgaron en Nuremberg, tras la segunda guerra mundial, a los criminales nazis los abogados defensores de éstos alegaron que según el derecho positivo alemán los nazis no habían cometido delito alguno al asesinar a los judíos ya que para el derecho alemán los judíos y los gitanos eran animales con aspecto humano y cualquier alemán podía matarlos al igual que a su perro o a los gitanos. No existía en el derecho alemán ninguna norma que castigase el asesinato de un judío.
Los jueces aliados consideraron que la finalidad del Derecho es establecer la justicia, que el genocidio cometido por los nazis era una terrible injusticia, que el Derecho Natural, anterior al Derecho positivo consideraba que el genocidio cometido era una terrible injusticia y para restablecer la justicia ahorcaron a los asesinos nazis.
En España no tenemos ni jueces ni políticos que pongan en primer lugar la justicia frente a las normas jurídicas obsoletas. El permanente miedo de los políticos de derechas de que se enfaden las izquierdas y digan que son poco demócratas ha hecho que terribles criminales estén ahora en la calle para vergüenza de los españoles y alegría de los criminales y de sus cómplices los políticos separatistas.
Los políticos de la izquierda que, aunque simulen rasgarse las vestiduras, han sido los cómplices necesarios para llegar a la situación de ignominia actual, se limitan a decir que las sentencias en un Estado de Derecho hay que cumplirlas. El juez español en el tribunal de Estrasburgo, del PSOE, no solo no ha defendido la doctrina Parot sino que ha votado a favor de excarcelar e indemnizar a la criminal que había recurrido a ese tribunal .
Si la finalidad de vivir en un Estado de Derecho es que impere la Justicia no se puede admitir que, basándose en las leyes de ese Estado de Derecho se cometan acciones hipocritamente respaldadas por dicho Estado, para cometer una injusticia tan tremenda.
Una nación donde no impera la justicia está condenada a desaparecer. Por encima de las leyes, por encima de los políticos, por encima de los regímenes políticos, está la salvación de la nación. Para ello es necesario en primer lugar que impere la Justicia y desaparezca la injusticia.
¡ Que contentos tienen que estar los permanentes enemigos de Dios y de España al ver como se va cumpliendo a rajatabla todos los acuerdos adoptados en el siniestro contubernio de Munich!
