Guernica

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miércoles, 23 de septiembre de 2015

Siempre hay esperanza

España se encuentra en un charco de sangre, de deshonor, de traición. Aquí se siguen asesinando niños frente a la indiferencia de la nación. Se cuestiona la unidad nacional por una parte importante de la misma y los órganos del Estado parecen dormidos. Los traidores que en Múnich planificaron la destrucción de España están contentos pues el objetivo perseguido parece que, por fin, está próximo a cumplirse.

Pero en España queda un resto de honor, no en sus dirigentes actuales sino en el pueblo, en España queda un resto de piedad y espiritualidad, no en la clase dirigente sino en el pueblo. La clase dirigente tiene bastante trabajo en pelearse entre si por el pesebre. La clase dirigente, ese dos por ciento de la población que forman los políticos, los banqueros, los grandes empresarios, los medios de comunicación, toda esta gente con repartirse el pesebre tiene ya bastante trabajo y son muy fieles y sumisos a los que tienen el encargo de repartirlo. Vean el último ejemplo de editorial conjunto de la prensa catalana lo fiel y sumisa a los políticos separatistas que los tienen bien apesebrados.

Pero en España queda un resto del pueblo con honor, con fe religiosa profunda, con orgullo de sentirse españoles, que viven o malviven a base de su esfuerzo y trabajo, sin las prebendas del pesebre pero con la dignidad de los que viven de su trabajo y no están comprados con el pesebre que da la Gran Ramera a los que la sirven.

Y la Gran Ramera rabia contra esa España que sigue evangelizando al mundo, que sigue dando hijos al sacerdocio, que sigue bautizando en la fe católica a sus hijos, que reza, que tiene puesta su confianza en Dios y no en los hombres. Para el español con honor y con fe siempre hay esperanza pues sabe que la última palabra la tiene Dios y no las maquinaciones diabólicas de los hombres sin fe.

Y cuando todo parezca perdido Dios intervendrá para salvar a España una vez más, como lo hizo en el 36 y como lo ha hecho tantas veces a lo largo de la historia pues el Señor no permitirá que el regalo que hizo a uno de sus tres discípulo preferidos, Santiago, caiga definitivamente en manos de la Gran Ramera.

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