Guernica

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lunes, 6 de mayo de 2013

Los partidos "nacionales"




Los socialistas catalanes ya se han quitado la careta y prefieren ser catalanes a socialistas españoles. Las logias en Cataluña mandan más que la disciplina de partido. Ya no hace falta seguir fingiendo España va sin rumbo a su desaparición que es el requisito exigido por los enemigos de Dios y de España para darnos el visto bueno de demócratas. Para anular a la España católica y evangelizadora era necesario corromperla y destruirla.

Corromperla para que estuviésemos homologados con los podridos países occidentales. Si teníamos valores cristianos estábamos atrasados, no eramos europeos, teníamos que aceptar las depravadas costumbres de esos países para que nos considerasen modernos y demócratas. Una vez conseguido el objetivo de destruir todos los valores cristianos que nos hicieron una nación grande y universalista ya se puede destruir lo que queda de ella: si separan Cataluña ya no hay España.

El otro partido nacional, los populares, no pueden atender a nada que no sea intentar tapar sus vergüenzas y siempre con el miedo a que les digan que son de derechas y para que les traten de demócratas, como buenos conversos, son los más avanzados en tolerar las maldades que dejaron hechas los socialistas en las anteriores legislaturas incumpliendo todas las promesas electorales que les llevaron al poder.

Pero queda un resto. Hay esperanza: todavía queda un resto en España. Esa juventud sana que cuando vino el Papa  a España se echó en masa a la calle a vitorearle y aplaudirle a él y a lo que él representa.

Dante pone en la puerta del infierno un letrero que dice: "los que aquí entráis perded toda esperanza"

Los españoles de bien tienen aun esperanza. Queda un resto que cree en Dios y en España y en la misión universal que la divina Providencia asignó a España.

Los partidos llamados nacionales han demostrado y lo siguen haciendo que lo único que saben hacer es saquear la nación. Son estructuras cerradas de poder en donde unos cuantos hacen y deshacen todo al tener poder absoluto para hacer las listas lo que supone un sometimiento total de sus afiliados. Esto es en España la democracia inorgánica.

En España no hemos tenido suerte: la democracia actual es un dogma de fe inamovible, pero eso si es dogma de fe creer firmemente que fuera de esta democracia todo es llanto y crujir de dientes. No, no hemos tenido suerte ya que la evolución en el pensamiento político hacia formas nuevas y más viables aquí no son válidas. 

Tuvimos la desgracia que la democracia orgánica la inventase un español, Salvador de Madariaga, que con su experiencia política de la segunda república "inventó" una nueva y más avanzada forma de democracia. Una desgracia ya que este buen señor era español.

Si Madariaga hubiese sido alemán o francés los autodenominados "intelectuales" españoles le habrían seguido entusiasmados.

El primer ensayo de aplicación de esta nueva forma política la hizo Franco en España. Otra desgracia. Aunque fue un tímido ensayo boicoteado por los fascistas y por los demócratas  de toda la vida, el ensayo se hizo en España.

Si el invento hubiese sido alemán y el ensayo lo hubiese hecho Francia, todos los "intelectuales" demócratas españoles habrían babeado con el invento y habrían pedido que nos homologásemos con las naciones civilizadas de Europa y copiásemos el nuevo sistema político.

Aquí se copia de Europa solo lo malo. En el siglo XVIII los afrancesados babeaban con las modas francesas y copiaron el vicio y la depravación que junto con las logias llevaron a Francia a la Revolución.

Cuando Napoleón invadió España,  en el último reducto de la España libre, Cadiz, se hizo en 1812 la llamada primera constitución española. La que postulaba que los españoles debían ser buenos y benéficos.. y que era una mala traducción de la constitución francesa. Militarmente ganaríamos esa guerra contra Francia. Moral e intelectualmente seguíamos siendo sus tristes y babeantes seguidores. Había que estar homologados con los países civilizados. 
Y así seguimos hasta la actualidad, haciendo constituciones más o menos radicales o moderadas según que el gobierno de turno en España estuviese formado por miembros de las logias de obediencia francesa o inglesa. 

Y los políticos y los intelectuales muy satisfechos porque nos quieren mucho los europeos tras homologarnos con ellos. Y ya pueden saquear impunemente a este pobre país, pues eso si, somos demócratas.

A esta caterva de políticos y de intelectuales les va como anillo al dedo lo que profetizaba San Pablo en su segunda carta a Timoteo cuando decía:

en los últimos tiempos se presentarán tiempos difíciles. Pues los hombres serán egoístas, codiciosos, arrogantes, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos crueles, implacables, calumniadores, desenfrenados, inhumanos, enemigos del bien, traidores, temerarios, envanecidos, más amantes del placer que de Dios,...

¿No son inhumanos, enemigos del bien los políticos que han aprobado las leyes del aborto para asesinar niños y los intelectuales que han arropado con su falsa ciencia esos crímenes?

¿No son traidores los políticos nacionalistas vascos y catalanes? ¿No son igualmente traidores los políticos de  izquierdas que han permitido, alentado y apoyado la escalada separatista?
¿No son también traidores los políticos de derechas que al asumir el poder no han aplicado el Código penal a los que de una forma u otra fomentan la sedición?

¿Cuantos políticos, sindicalistas, intelectuales, grandes empresarios se librarían de los adjetivos transcritos de San Pablo?

Pero, eso si, ahora tenemos democracia.

En una de sus visitas a España un famoso doctor ya fallecido fue entrevistado por los periodistas que le preguntaron si él era demócrata después de llevar viviendo en Estados Unidos tantos años. El doctor contestó que de ninguna manera, que él no podía aceptar que la opinión de un imbécil valiese tanto como la suya y la de dos imbéciles puestos de acuerdo prevaleciesen sobre la suya...

Yo, con todos mis respetos al eminente doctor, no estoy de acuerdo en absoluto con esa forma de pensar. Para mi la opinión de un ignorante debe valer y pesar tanto como la mía o la de cualquier persona culta. Pero también debo decir que yo no acepto dogmas en política. Para mi no hay más dogmas que los que enseña la Iglesia Católica.

 Eso no quita el que exista un organismo estatal formado por personas intelectualmente muy cualificadas que filtren y moderen incluso con derecho de veto, las decisiones políticas tomadas por los representantes de los ignorantes. Personas que no serían elegidas por votación sino que accederían de forma automática al ganar  la cátedra o el cargo relevante que por su saber consigan.  Con ello se conseguiría perfeccionar o pulir la democracia para así evitar aberraciones tan espantosas como el considerar un derecho el asesinato de niños no nacidos o el calificar como matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo.

Esto sería una pequeña muestra de democracia orgánica.

  
  

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